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¿TU FE, MI FE O NUESTRA FE? ¿ES POSIBLE PERSONALIZAR LA FE?

  • Foto del escritor: peregrinandoamc
    peregrinandoamc
  • 24 sept 2020
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 15 oct 2020


Personalizar la fe no es creer lo que a cada uno le conviene. Por el contrario, personalizar la fe es apropiarse de la fe de la Iglesia haciéndola de uno, eligiéndola, optando sinceramente por ella. Según nos enseñan los pedagogos las notas que caracterizan la personalización son…

  • la autonomía,

  • la creatividad y…

  • la singularidad (1)

La personalización de la fe supone una fe elegida libremente. No una fe que se asume por simple tradición, sino una fe por la que se opta con fuerza, con entrega, con pasión, con ternura, con creatividad…, según el estilo de cada persona, siempre única, irrepetible y singular. Esto supone la encarnación de unos valores: los del Evangelio. Las experiencias vitales favorecen la encarnación de esos valores que llegan al interior de la persona, al núcleo más íntimo de su personalidad, encaminándola a ser lo que Dios realmente la llamó a ser.


Cuando nos apropiamos de la fe libre, creativamente y según nuestra propia singularidad, crecemos y nos perfeccionamos, porque la verdad sobre nosotros mismos, atesorada en nuestro interior, nos hace optar por la fe y elegimos vivir de acuerdo con esa misma fe.


“El descubrimiento de la verdad acerca de nosotros mismos es fruto de muchos sacrificios y de muchos esfuerzos. Pero una vez alcanzada, la paz de la verdad pasa a la decisión. Entonces podemos ver claramente por qué decidimos y apreciar el valor por el cual decidimos ya que es el que más nos corresponde, el más connatural a nosotros mismos”. (2)

Llegar a la verdad acerca de lo que somos nos pone en tensión hacia lo que estamos llamados a ser y nos revela nuestra identidad, nuestra condición de creaturas, contingentes y necesitadas de Dios… Nos vincula existencial y profundamente con nuestro Padre, con nuestros hermanos y con la Creación. Precisamente, uno de los dramas del actual cambio epocal es la crisis de identidad que nos embarga.


La subjetividad ha sido sustituida por un subjetivismo que nos aparta y nos encierra en nosotros mismos, en nuestros caprichos, errores y mentiras. Como no sabemos quiénes somos, nos vamos haciendo incapaces de creer y la crisis de identidad deriva en la dramática y ya muy generalizada crisis en la transmisión de la fe.


La encarnación de los valores del Evangelio se produce en un ambiente en el que circulan esos mismos valores. La “pedagogía del ambiente”(3) es un camino privilegiado para la experiencia educativa. Podemos resignificar esta convicción y decir que una comunidad de fe es el ambiente propicio para vivir las experiencias que suscitan y hacen crecer la fe de sus miembros.


Para que esto ocurra, hay que estar, hay que poner el cuerpo, hay que estar y disponerse a recibir el dolor, la tristeza, la búsqueda y también el escepticismo de los que llegan, para que cada uno pueda apropiarse de la fe de la comunidad y hacer la experiencia de la presencia de Jesús en medio de todos.

Muchas rebeliones, a lo largo de la historia de la humanidad, y en los más diversos ámbitos, fueron rebeliones frente a la ausencia, la mentira o la indiferencia. Es difícil que alguien se rebele ante la autenticidad y ante la verdad de una presencia.


(1) Éstas son las notas que Víctor García Hoz atribuye a la educación personalizada.

(2) Komar, Emilio. “La verdad como vigencia y dinamismo”. Ed. Sabiduría Cristiana. 2001. Buenos Aires. Pág. 23.

(3) La pedagogía salesiana, entre otras, asume que toda la comunidad educa, más allá de los distintos roles y funciones de las personas que la integran. Se considera relevante, por lo tanto, el valor educativo del ambiente.


Ana María Cincunegui


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