top of page

Ecos y desafíos del Congreso Internacional de Catequesis

  • Foto del escritor: peregrinandoamc
    peregrinandoamc
  • 7 sept 2022
  • 28 Min. de lectura

“Prediquen siempre el Evangelio y si fuese necesario también con las palabras”. Pero antes el testimonio: que la gente vea en sus vidas el Evangelio, que pueda leer el Evangelio.” S.S. Francisco


Entre el 26 y el 28 de septiembre de 2013, en el contexto del Año de la Fe, se realizó en Roma el Congreso Internacional de Catequesis, con el lema “El catequista, testigo de la fe”. El Padre Luiz Alves de Lima nos solicitó un artículo sobre este Congreso para la revista “Catequese”, que él dirige. Se trata de una publicación bimensual editada por Unisal. Centro Universitario Salesiano de San Pablo, Brasil. Este pedido se convirtió en razón y en motivación para poner en acto, una vez más, uno de los propósitos más genuinos de nuestra identidad: “pensar la Catequesis”.



Llegados desde “el fin del mundo”


_”Fueron a buscar al Papa hasta el fin del mundo”_ bromeó Francisco ante la multitud reunida en la Plaza de San Pedro, aquel 16 de marzo de 2013, una vez finalizado el cónclave. Desde el lejano sur, desde allí donde parece terminar el mundo, la delegación argentina llegó al Congreso Internacional de Catequesis. Junto a más de una decena de catequistas de nuestro país, integraron esta delegación (1) Mons. Nicolás Baisi, Obispo Auxiliar de La Plata y miembro de la Comisión Episcopal de Catequesis y Pastoral Bíblica; el Pbro. Carlos Osvaldo Paravizzini, Vicedirector de la Junta Nacional de Catequesis; el Pbro. José Luis María Rey, Director de la Junta Arquidiocesana de Catequesis de Buenos Aires; Silvina Cambría de Grimaldi, Directora Diocesana de Catequesis de Río Cuarto; Raquel Pastrana, responsable del área de Catequesis Familiar de la Arquidiócesis de Salta; y yo, José Luis Quijano en representación del Instituto Superior de Catequesis Argentino.


Nos sentimos verdaderos peregrinos. “No es lo mismo ser un deambulante que un peregrino. El que deambula, camina sin sentido. El peregrino, en cambio, avanza firmemente hacia el encuentro con sus anhelos más profundos y hace de su vida una respuesta leal y generosa a la amistad que Dios le ofrece.”(2) Buscábamos vivir una honda experiencia eclesial que nos hiciera “tocar” la amistad de Dios y, al mismo, tiempo, queríamos escuchar, aprender, reflexionar, desentrañar los desafíos de una Catequesis renovada y cargar nuestras mochilas y voluntades con nuevos proyectos.


Nos sentimos convocados, sobre todo, por una de las finalidades del Año de la Fe, finalidad que hizo suya el Congreso Internacional de Catequesis: “recuperar ‘la unidad profunda entre el acto con el que se cree y los contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento’ (PF 10) porque la fe es, ante todo, un don de Dios y una acción de la gracia que transforma el corazón del creyente. Además, ‘el conocimiento de los contenidos que se han de creer no es suficiente si después el corazón, auténtico sagrario de la persona, no está abierto por la gracia que permite tener ojos para mirar en profundidad y comprender que lo que se ha anunciado es la Palabra de Dios.’ (PF 10) En esta descripción se encierran tanto la persona como el rol del catequista. En una época del fraccionamiento del saber y de la experiencia, es urgente, sostener, promover y formar catequistas capaces de captar los desafíos del tiempo presente, para ofrecer un testimonio capaz de hacer posible la propuesta del Dios de Jesucristo a nuestros contemporáneos.”(3)


“El contexto plural (con delegaciones provenientes de los diversos continentes) nos invitó a abrirnos a la diversidad de planteos, situaciones y propuestas y, al mismo tiempo, a adentrarnos en nuestra propia identidad latinoamericana. Desde allí, desde la profundidad de lo auténticamente nuestro, pudimos imaginar, pensar, comparar y observar desde lo propio. Distintos y coexistentes escenarios latinoamericanos se nos hicieron presentes, como animándonos en la búsqueda de una tierra prometida más humana y más justa en la que la fe se elige y se encarna como algo propio, absolutamente vital e irrenunciable.”(4)



Un nuevo lugar para la Catequesis


Comenzamos a partir de esta constatación: el hombre y la mujer de hoy se acercan a la Iglesia, en no pocas ocasiones, con una solicitud puntual. Regresan, a veces, después de mucho tiempo y se encuentran con un dispositivo pastoral que consiste en un proceso diseñado para los que tienen fe y que, muchas veces, no tiene en cuenta la falta de continuidad. Se produce, entonces, una dicotomía entre la solicitud de los destinatarios y lo que la Iglesia se dispone a darles. Sus propósitos son diferentes: la Iglesia ofrece el crecimiento en la fe y la inserción en Cristo y en la comunidad y los destinatarios piden, sobre todo, "ritos de paso", generalmente, de orden social.


Este escenario nos lleva a seguir pensando, no sólo en la concepción de Catequesis en términos de un nuevo paradigma catequético, como ya venimos haciendo desde hace años, sino también en el lugar que ella ocupa en el proceso evangelizador. Esta reflexión a la cual nos sentimos interpelados, desde hace tiempo, se inserta hoy en el cambio de lugar que se le ha asignado a la Catequesis en el conjunto de oficinas y organismos que integran la curia romana. En la rica sinfonía del Magisterio petrino(5) correspondiente al Año de la Fe, que culminó el domingo 24 de noviembre, Solemnidad de Cristo Rey, se realizaron, también, algunas acciones que permiten visualizar un horizonte pastoral de renovación: la realización del Sínodo sobre la Nueva Evangelización para la Transmisión de la Fe Cristiana y el traslado de la Catequesis de la Congregación para el Clero al Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización.


Este cambio de lugar no es aleatorio y está cargado de sentido. “Hacer más orgánica la relación entre la Catequesis y la Nueva Evangelización permite, ante todo, consolidar el camino que el concilio Vaticano II ha querido expresar en modo innovador para las diversas etapas de la misión de la Iglesia en su tarea de evangelizar. Al mismo tiempo, ofrece al proyecto de la Nueva Evangelización un instrumento altamente calificado para aclarar mayormente el camino que ella está llamada a recorrer.”(6) Como instrumento privilegiado de la Nueva Evangelización, la Catequesis se interroga hoy a sí misma acerca de la conversión que ha de experimentar en el actual contexto eclesial y cultural.


Estar situada en el ámbito de la Congregación para el Clero implicaba un paradigma en el cual se la concebía prioritariamente vinculada a los sacramentos. Suponía una continuidad en un camino jalonado de "etapas" adecuadas a las distintas edades, en el que los sacramentos se insertaban como "momentos" fuertes en el seno de una continuidad sin interrupciones. La Catequesis se asumía, casi exclusivamente, como instrumento de preparación para la recepción de esos sacramentos.


La ubicación de la Catequesis en el ámbito del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización supone un paradigma catequético diferente. Nos lleva a pensar en una Catequesis evangelizadora en la cual la dimensión misionera constituye un subrayado particular: se trata de una Catequesis que sale a buscarnos en las diversas “edades de nuestra fe” y en nuestros distintos lugares de encuentro teológico con Dios, para proponernos a Jesús y su Evangelio.


“La relación que induce a unir ‘Nueva Evangelización’ y ‘Catequesis’ conlleva, inevitablemente, la exigencia de una renovada interpretación del proceso catequético leído a la luz de la Nueva Evangelización; esto supone, por lo tanto, interpretarla como herramienta de la comunidad cristiana para ir al encuentro de los creyentes y de todos los que están buscando el sentido de la vida. Los primeros no deberán desestimar la exigencia de una Catequesis expresada y desarrollada en clave misionera para recuperar la fuerza del anuncio en todos los que tienen un papel activo en la comunidad cristiana. Para los otros, la Catequesis puede convertirse en anuncio – a veces, en un primer anuncio - , para entender gradualmente la novedad de la fe y su importancia en la vida.”(7)



Voces y acontecimientos del Congreso Internacional de Catequesis


- El Congreso se inició el jueves 26 de septiembre, por la tarde, con el saludo de bienvenida del Secretario del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, Mons. Octavio Ruiz Arenas.


- El “Preludio” del Congreso estuvo a cargo de Mons. Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, quien afirmó categóricamente que “pensar que la Iglesia realice un camino de Nueva Evangelización y que la Catequesis permanezca con los mismos rasgos del pasado - aún reciente – es un riesgo que es necesario evitar…Una de las tareas de la Nueva Evangelización consta, en primer lugar, en consolidar la fe de los cristianos más cercanos a la comunidad. En efecto, con frecuencia parece convertirse en las brasas del fuego ardiente, que ya no es llama viva capaz de dar apoyo a la existencia. Por diversas razones se ha convertido en una fe débil, para muchos también insignificante para su vida, y que necesita, sin embargo, de un renovado aliciente…”


- Luego, la Prof. Bruna Costacurta, Directora del Departamento de Teología Bíblica en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, contribuyó a colocar el ícono del encuentro del Resucitado con los discípulos de Emaús, como paradigma de nuestra historia de creyentes. Lo hizo a través de la Lectio Divina que unió a todos los participantes en un significativo momento de oración.


- Finalmente, dos relaciones para la primera jornada del Congreso: una, a cargo del Dr. Petroc Willey, Director Adjunto del Instituto del Instituto Maryvale de Birmingham, Reino Unido, (Dios busca al hombre y se revela). “Dios nos busca a nosotros, los hombres, para revelarse a sí mismo. Su revelación es comunicación, la comunicación de sí mismo a nosotros. La Catequesis es, pues, la obra preciosa de la Iglesia, que consiste en transmitir esta Revelación. La otra, a cargo del Rvdo. Manuel José Jiménez Rodríguez, Capellán de la Universidad Nacional de Colombia y Director del Departamento de Catequesis de la Conferencia Episcopal de Colombia, (La Iglesia, primer sujeto de la fe). “Es urgente demostrar que la fe no es sólo una opción individual que ocurre en la interioridad del creyente (…), que no es vínculo aislado entre el yo del fiel y el Tú divino, entre el sujeto autónomo y Dios (…), que no puede ser una mera confesión que nace del singular (LF 39). La fe cristiana no es un hecho privado, una concepción individualista, una opinión subjetiva.” (LF 22). La fe es don de Dios y respuesta libre, pero no es un acto aislado. La fe es un acto eclesial. La Iglesia es la primera en creer. La Iglesia es la primera que profesa al Señor en todos lados, y con ella y en ella somos impulsados y llevados a profesar también nosotros: creo, creemos…”


- La segunda jornada del Congreso se inició con la oración comunitaria e, inmediatamente a continuación, tuvo lugar la tercera relación en la cual el Prof. Mons. Pierangelo Sequeri, Decano de la Facultad de Teología del Norte de Italia (Milano), se refirió al dinamismo del acto de fe: memoria, evento, profecía. “Los escritos evangélicos son un verdadero dispositivo metodológico de la correlación entre historia de Jesús y acceso a la fe. La memoria fidei nos enseña a reconocer con qué fuerza el evento del Señor sostiene nuestra fe, en la misma historia de la Iglesia. Es preciso mencionar aquí el carácter problemático de la ausencia de una historia eclesiástica de la evangelización. Por decirlo directamente, es como si la catequesis cotidiana hubiese reencontrado los Evangelios, pero no hubiera entonces llegado a los Hechos de los Apóstoles… La transmisión de la fe y la purificación de la religión deben volver transparente –en signos y parábolas adaptadas– el vínculo profundo de Dios con el origen y el destino del hombre. No podemos utilizar una lengua que es comprendida sólo por nosotros: debemos encontrar palabras de vida eterna, no una jerga de supervivencia. Y no podemos perder la memoria de la fe apostólica, sin la cual seríamos simplemente una provincia ideológica del imperio secular.”


- La cuarta relación del Congreso fue titulada “Traditio et redditio Symboli. Nuestro ‘sí’ a Dios” y estuvo a cargo del P. Robert Dodaro, O.S.A., Decano del Institutum Patristicum Augustinianum de la Pontificia Universidad Lateranense (Roma). Esta ponencia acercó a los participantes a esta cuestión: ¿cómo puede lograrse un adecuado equilibrio entre el respeto por la Tradición de la Iglesia y un método y un lenguaje adaptados a los tiempos y a las culturas?A través de algunos ejemplos se responde a esta pregunta: San Hilario de Poitiers y San Agustín cuidaron el justo equilibrio entre los términos bíblicos tradicionales y las reformulaciones y adaptaciones de este lenguaje para ser empleado con las poblaciones que habían sido recientemente evangelizadas y catequizadas (inculturación teológica). Otro ejemplo emblemático es el discurso del beato Juan XXIII, con el cual dio apertura al Concilio Vaticano II, Gaudet mater ecclesia (11 de octubre de 1962). Se observa en él la lingüística apropiada en la puesta al día del modo en el que son presentadas las doctrinas antiguas y modernas de la Iglesia a los hombres y las mujeres de nuestro tiempo.(8)


- Por la tarde se realizaron las siguientes comunicaciones, que fueron coronadas por la Catequesis del Papa Francisco, con la cual se puso fin a la segunda Jornada del Congreso:


  1. Credibilidad de la fe, la relación entre fe y razón en la transmisión de la fe, a cargo del Rvdo. Krzysztof Kaucha, docente de Teología fundamental en la Universidad Católica de Lublin (Polonia). “Fe y razón tienen necesidad una de la otra y se sostienen una a la otra. La fe no es irracional, no omite la razón ni la destruye. La fe cristiana no es un producto natural de la razón humana, pero siempre estimula la razón a abrirse y considerar mucho más que aquello que la razón, sólo por sí misma, puede ver.”

  2. Para una pedagogía del acto de fe, por el Dr. Jem Sullivan, Docente de Catequética en la Pontificia Facultad de la Inmaculada Concepción de la Dominican House of Studies (Washington, DC, USA). “La Revelación de Dios inspira no sólo el contenido de la Catequesis, ella guía también la aplicación de los principios educativos en contextos catequísticos diferentes. Las teorías de la educación sirven al acto de la fe en la medida en que ellas animan la fiel transmisión del entero contenido de la Revelación y nutren la continua conversión a Dios.”A la luz de la “original pedagogía de la fe”, esta presentación propone tres principios pedagógicos para el acto de fe: una pedagogía teocéntrica, una pedagogía cristocéntrica y una pedagogía eclesial. La presentación cierra, finalmente, poniendo el acento en el rol indispensable del testimonio personal, fiel, alegre y humilde del catequista que enriquece en forma profundamente humana la concreta aplicación de las teorías y de los métodos educativos en la Catequesis.

  3. En el río de la “Traditio Verbi”: la armonía entre Escritura, Tradición y Magisterio, a cargo del Rvdo. Alberto Franzini, Párroco (Cremona, Italia). “Según la DV, la Revelación consiste sobre todo en la relación dialogal, que Dios ha puesto en marcha con el hombre, con el fin de comunicarse a sí mismo a aquél y de dar sentido pleno a la vida humana. La Revelación no apareció sólo ‘verbis’ (comunicación de verdad), sino también ‘gestis’ (eventos), profundamente entrecruzados entre ellos…. La Tradición y la Escritura no son tan sólo dos fuentes documentales de la Revelación, sino que son dos testimonios que, insertos vitalmente en el organismo eclesial, resuelven la tarea de notificar y de actualizar la historia de la Revelación de Dios. Si la Escritura es palabra de Dios en cuanto es puesta por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo, la Tradición transmite integralmente la Palabra de Dios.” (DV 9).”

  4. Recepción del Catecismo de la Iglesia Católica en la Catequesis. Experiencias y criterios para una plena recepción, por el Prof. Joël Molinario, Teólogo y Director adjunto del Instituto Superior de Pastoral Catequética (París, Francia). “Benedicto XVI en Porta fidei escribe: ‘Existe una profunda unidad entre el acto con el cual se cree y los contenidos a los cuales damos nuestro asentimiento’. La fe es apertura del corazón al don de Dios y fidelidad a las palabras de Dios a través de la confesión de los labios. El conocimiento de las enseñanzas es pues insuficiente, precisa Benedicto XVI, sin la apertura del corazón que convierte a la persona (cf. Porta fidei 10). La fe de la cual habla el CEC no es un don abstracto en sí mismo. El conocimiento del cual se habla en el CEC es una estructura que armoniza la fe profesada, la fe celebrada, la fe practicada y la oración: estas cuatro partes del CEC vehiculizan el encuentro con Cristo. El lenguaje dogmático no se opone al lenguaje de la experiencia creyente.”


- El sábado 28 de septiembre, después de la celebración de la Misa solemne y de la Professio fidei en la Básilica de San Pedro, en el Altar de la Cátedra, se realizó la oración de la mañana y tuvo lugar la última relación del Congreso: La diaconía de la verdad como expresión de la comunidad eclesial, por S.E.R. Mons. Javier Salinas Viñals, Obispo de Mallorca y Miembro del Consejo Internacional para la Catequesis (España). En una sociedad signada por el relativismo, el pluralismo, el subjetivismo, la incertidumbre y la duda, persiste una sed siempre viva de verdad. La Iglesia está convocada a ser servidora de la verdad. Esta diaconía se fundamenta en Cristo, plenitud y revelador de la Verdad; en la fe como aceptación de la Verdad y en la Tradición como transmisión de la Verdad revelada.


- A continuación, S.E. Mons. Octavio, Ruiz Arenas, Secretario del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, a través de una espléndida síntesis, presentó las conclusiones del Congreso.(9)


- Luego, la celebración del Sacramento de la Reconciliación y la Adoración Eucarística.


- Finalmente, el domingo 29 de septiembre se realizó la Jornada de los Catequistas. El Santo Padre presidió, en la Plaza de San Pedro, la celebración de la Santa Misa a la que asistieron los congresistas y los miles de catequistas que viajaron a Roma para esta Jornada de cierre, acontecimiento multitudinario con el cual se puso fin a este gran encuentro del Papa Francisco con los catequistas de todo el mundo, en el significativo contexto del Año de la Fe.


La palabra del Papa en el Congreso


El Santo Padre se dirigió en dos oportunidades a los catequistas reunidos en Roma con motivo del Congreso. Lo hizo el 27 de septiembre en el aula Pablo VI, dirigiéndose a todos los que participaban en dicho Congreso y dos días más tarde, durante la homilía de la Misa celebrada con una muchedumbre reunida en la Plaza San Pedro. En ambas oportunidades, focalizó su enseñanza en la identidad del catequista. Como cuando era el Arzobispo de Buenos Aires, en estas dos oportunidades, durante el Congreso, Francisco se dirigió a “sus catequistas”.


Los argentinos reconocimos bien su estilo y temáticas predilectas. Sin hacer teorizaciones sobre modelos catequéticos, no se detuvo en la filigrana de una teología reservada sólo a unos pocos, no cayó en reiteradas quejas sobre los males de este tiempo ni se entretuvo en vericuetos metodológicos. Sencillamente, les habló a sus catequistas a quienes, con exigencia educativa de pastor les dijo: _ “Ser catequistas es mucho más que trabajar de catequista”.


En la Catequesis del viernes 27 perfiló la identidad del catequista a partir de actitudes que manifiestan un don invalorable: el amor de Cristo, amor que nos hace capaces del testimonio. Se trata, según manifestó el Santo Padre de “recomenzar desde Cristo” y, para ello, precisó tres actitudes que forjan la identidad del catequista:

- La familiaridad con Jesús: sólo unidos a Él los catequistas podremos dar fruto. Sentirnos en la presencia del Señor y dejarnos mirar por Él. Esto constituye un modo de rezar y nos deja tener acceso al fuego de la amistad de Cristo. Nos hace sentir que Él verdaderamente nos mira, está cerca de nosotros y nos ama.

- Imitar a Jesús en el salir de uno mismo para ir al encuentro del otro: _”porque ¡quién pone en el centro de la propia vida a Cristo se descentra! Más nos unimos a Jesús y Él se convierte más en el centro de nuestra vida, más nos hace salir de nosotros mismos, nos descentra y nos abre a los otros.” El catequista es un hombre o una mujer que, a partir de Cristo, optan por vivir una verdadera cultura del encuentro.

- No tener miedo de ir con Jesús a las periferias: ahora en las palabras del Obispo de Roma, y antes en las del Arzobispo de Buenos Aires, descubrimos el mismo impulso misionero que invita a salir al encuentro de los que no creen, de quienes se alejaron y aprendieron a vivir sin fe, a pesar de su humano e inefable anhelo de trascendencia. Y, en este reiterado llamado del Santo Padre, una vez más, su invitación a acercarnos a las periferias, sobre todo a las periferias existenciales de los que sufren y de los que tiene el corazón desgarrado por el sinsentido. Reiterando aquella contundente opción expresada en sus primeros meses de pontificado, Francisco volvió a decir que “prefiere una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma", una Iglesia inquieta, que sale, se mueve, se cuestiona y se arriesga. Si salimos a llevar el Evangelio de Cristo con amor, Él camina con nosotros y llega antes porque, en realidad, Él ya está en aquellas periferias a las que nosotros nos dirigimos impulsados por su llamado.


Días más tarde, el domingo 29 de septiembre, en la Plaza de San Pedro, durante la Misa, resonaban las palabras del Profeta Amós: y“¡Ay de los que se fían de Sión,... acostados en lechos de marfil!” Y el Santo Padre agregaba: _“Comen, beben, cantan, se divierten no se preocupan por los problemas de los demás”. En términos similares Francisco se refirió, también, a aquel hombre rico del Evangelio, incapaz de compartir de verdad la riqueza de su banquete con el pobre que aguardaba, en la puerta, un poco de humana solidaridad.


La indiferencia y la falta de compasión nos deshumanizan. Como constatación de esta tragedia, el Papa se detiene en este hecho que puede pasar inadvertido: ese hombre rico no tiene nombre. Esto es como no tener rostro. Podríamos decir que las “ventanas” de su identidad están herméticamente cerradas. A nosotros puede pasarnos lo mismo: podemos pretender ser aquello mismo que poseemos, podemos encerrarnos en la pequeñez de nuestros propios límites y olvidarnos de dónde venimos y hacia dónde vamos. Podemos perder la memoria de Dios. “Si falta la memoria de Dios, todo queda rebajado, todo queda en el yo, en nuestro bienestar. La vida, el mundo, los demás, pierden la consistencia, ya no cuentan nada, todo se reduce a una sola dimensión: el tener. Si perdemos la memoria de Dios, también nosotros perdemos la consistencia, también nosotros nos vaciamos, perdemos nuestro rostro como el rico del Evangelio.”


El catequista de verdad no el que simplemente trabaja de catequista, es el que cuida y alimenta la memoria de Dios, la cuida en sí mismo y sabe despertarla en los otros, sus interlocutores. “La fe contiene la memoria de la historia de Dios con nosotros, la memoria del encuentro con Dios, que es el primero en moverse, que crea y salva, que nos transforma; la fe es memoria de su Palabra que inflama el corazón, de sus obras de salvación con las que nos da la vida, nos purifica, nos cura, nos alimenta. El catequista es precisamente un cristiano que pone esta memoria al servicio del anuncio; no para exhibirse, no para hablar de sí mismo, sino para hablar de Dios, de su amor y su fidelidad. Hablar y transmitir todo lo que Dios ha revelado, es decir, la doctrina en su totalidad, sin quitar ni añadir nada.”



El desafío de la conversión


Así como Pablo VI quiso celebrar el Año de la Fe en 1967 y concluirlo con el bello Credo del Pueblo de Dios, como bálsamo y clarificación ante una época de crisis posconciliar, Benedicto XVI nos convocó a un segundo Año de la Fe, iniciado el 11 de octubre de 2012, “con la intención de ilustrar a todos los fieles la fuerza y belleza de la fe”. (10) ¿Cómo no realizar un Congreso Internacional de Catequesis en Roma, en este contexto? En el Primer Anuncio la persona da su adhesión al Señor. Comienza a descubrir la fuerza y la belleza de la fe en su asentimiento al Kerigma que afecta su vida entera. En la Catequesis de Iniciación el creyente realiza su unidad con el Señor, en el seguimiento que lo hace discípulo misionero y en la Catequesis Permanente profundiza su comunión con Jesucristo, ahondando en las verdades de la fe. La Catequesis es, siempre, “posibilidad de participación en el mismo Evento de la fe, en el mismo Evento – Cristo”. (11)


“El Motu proprio Fides per doctrinam (…), subraya que la fe necesita ser sostenida por medio de una doctrina capaz de iluminar la mente y el corazón de los creyentes. Para tal fin la Catequesis es una etapa que la Iglesia ha desarrollado, desde los primeros tiempos, para transmitir el contenido de la verdad que Dios ha querido comunicarnos, y ha buscado siempre la manera de expresarse con un lenguaje que no sólo sea apto para los tiempos, sino que llegue al corazón de la gente para que pueda conocer el misterio revelado por Jesús.”(12)


“Entre las finalidades del Año de la Fe, se encuentra indicada la necesidad de recuperar la unidad profunda entre el acto con el que se cree y los contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento (Pf, 10) porque la fe es, ante todo, un don de Dios y una acción de la gracia que transforma el corazón del creyente. Además, el conocimiento de los contenidos que se han de creer no es suficiente si después el corazón, auténtico sagrario de la persona, no está abierto por la gracia que permite tener ojos para mirar en profundidad y comprender que lo que se ha anunciado es la Palabra de Dios” (Pf, 10).(13) Este Congreso nos ayudó a reflexionar en la formación de catequistas “que sean conscientes del gran don de la fe y, al mismo tiempo, propongan el mensaje evangélico con un lenguaje que llegue al corazón del hombre y de la mujer de hoy, para que puedan convertirse en auténticos discípulos misioneros de Cristo”(14) .


En estas afirmaciones quedan implicados la Catequesis, los catequistas y la comunidad cristiana, como verdadera catequista. La Iglesia toda posee la función profética y la ha delegado en algunas personas que han sido, especialmente, llamadas a anunciar la Buena Noticia de Jesús. Toda delegación supone una simple entrega de la tarea en sí misma, pero nunca es una entrega de la responsabilidad contenida en esa tarea. Si la comunidad eclesial se despreocupara de su función profética, se desnaturalizaría. No sería quien está llamada a ser. La Catequesis no es, por lo tanto, un ámbito cerrado y reservado a unos pocos “especialistas” del anuncio.


Esta dimensión comunitaria de la Catequesis no es, ciertamente, un rasgo nuevo. De todos modos, es preciso explicitarla con una fuerza nueva ante el hambre de comunión que se manifiesta en una sociedad del éxito, el consumo y la soledad en medio de la masificación. Uno de los dramas del hombre de hoy es su falta de ligazón a la realidad. No tiene dónde apoyarse. Sólo el caos y el abismo parecen abrazarlo. En esta situación de soledad y falta de consistencia, necesita desesperadamente situarse, asirse, reencontrarse, trascender de él mismo para ir al encuentro de los otros. Sólo esas relaciones profundas, estables, sólidas y confiables pueden llegar a producir procesos personales de identificación como los que se realizan en el encuentro con personas concretas que tratan de llevar, sinceramente, el cristianismo a su vida y están dispuestos a hablar de ello con los demás y a darles testimonio. Todo esto configura un sentido llamado a renovar la Catequesis, la Iglesia y a los catequistas, a través de un humilde y pascual proceso de conversión que lleve a todos a gestar, animar y fortalecer una cultura y una pastoral del encuentro.


El fenómeno que algunos han denominado “modernidad psicológica”(15), que pone la realización personal y la propia libertad como valores absolutos a los cuales deben subordinarse otros valores; y el fenómeno de la globalización, con sus evidentes resultados de pluralidad, ponen a la persona en situación de hacer su opción religiosa en un escenario en el cual las diversas propuestas se ofrecen en un nivel de igualdad en el que todo vale. El hombre y la mujer de hoy quedan, de este modo, en un amplísimo ámbito de libertad sin referencias y librado a tener que elegir sin que los valores más genuinos y más connaturales a la humanidad se le hayan mostrado, para que puedan atraerlo por su misma y real valiosidad.


Aquí la Catequesis tradicional se halla casi impedida para transmitir la fe, puesto que pretende abordar un camino que supone una fe inicial inexistente, débil u olvidada. La multiplicidad de propuestas y la ausencia o debilidad de referencias confunden las búsquedas religiosas. Se requiere, en estas condiciones, un anuncio kerigmático que, muchas veces, se da falsamente como supuesto. Ante este escenario se nos plantea, también, una conversión que acentúe el carácter misionero de la Iglesia y sus agentes, en un contexto de Nueva Evangelización.


A un Primer Anuncio pudo haber seguido una Catequesis que no ha provocado eco en el corazón de las personas por diversas razones. Este Primer Anuncio pudo haberse realizado, muchas veces, sin haber logrado algún efecto significativo. Los itinerarios de los creyentes en la post – modernidad resultan a veces caóticos y sinuosos, a pesar de haber comenzado con un buen Primer Anuncio. A veces, a un buen Primer Anuncio puede seguir una buena Catequesis en los itinerarios de los que recomienzan su vida de fe. Todo esto lleva a afirmar que la fe de la Iglesia no puede ser el resultado ni de una Catequesis deficiente ni de la ausencia de un Primer Anuncio verdadero y eficaz.


La Iglesia es el sujeto primario de la evangelización, que se preocupa por anunciar el Evangelio tanto a los no creyentes, como también a los bautizados que viven en una indiferencia religiosa… Anuncia el Evangelio, invita a la conversión y al seguimiento de Cristo y acompaña no sólo a los catecúmenos, sino que forma y acompaña a aquellos que sirven en la Iglesia como catequistas… Hoy más que nunca es necesario resaltar la dimensión misionera de la Catequesis, lo cual comporta una seria formación de los catequistas. Una formación que logre conjugar el conocimiento de los contenidos de la fe y el testimonio de vida”(16)


Esperamos un kairós en el cual el olvido de Dios, que hoy empuja a la humanidad hacia periferias de mucho dolor e incertidumbre, se transforme en ocasión de “anuncio misionero. La vida cotidiana nos mostrará dónde localizar esos patios de los gentiles, dentro de los cuales nuestras palabras se hacen no sólo audibles, sino también significativas y curativas para la humanidad. La tarea de la Nueva Evangelización es conducir, tanto a los cristianos practicantes, como a los que se preguntan acerca de Dios, a percibir su llamada personal en la propia conciencia.”(17)


A partir de estas conversiones a las que nos vemos interpelados, nos planteamos la irrenunciable prioridad de repensar la formación de los catequistas. Justificamos esta afirmación a través de dos postulados:

- En la Nueva Evangelización la formación no es un objetivo, sino una condición. (18)

- Una Nueva Evangelización supone una nueva Catequesis(19) y, por lo tanto, nuevos catequistas. Catequistas testigos de su fe, para que el mundo crea.


Respondiendo a esta prioridad, durante el Congreso, Mons. Octavio Ruiz Arenas nos convocó a algunos sacerdotes de Chile, Argentina y de otros países latinoamericanos. Convenimos realizar, en el CELAM (Colombia), en abril de 2014, un encuentro de rectores de institutos superiores de Catequética de los países de la región, para pensar la formación de catequistas en la Nueva Evangelización.


La formación de catequistas en la Nueva Evangelización


“Este Congreso de Catequesis ha pretendido ayudarnos a comprender la urgencia de sostener, promover y formar catequistas capaces de afrontar los desafíos del tiempo presente, que sean conscientes del gran don de la fe y, al mismo tiempo, propongan el mensaje evangélico con un lenguaje que llegue al corazón del hombre y de la mujer de hoy, para que puedan convertirse en auténticos discípulos misioneros de Cristo. La Iglesia, por lo tanto, tiene necesidad de proponer itinerarios de iniciación cristiana, que a partir del anuncio del kerigma conduzcan a una verdadera conversión del corazón.”(20)

Algunas perspectivas complementarias


En una línea de reciprocidad, afirmamos que “el catequista en formación, sólo si vive y hace la nueva Iglesia logrará modelarse como un nuevo creyente, atravesado por un renovado ardor misionero que ame y contagie al mundo de hoy, transmitiendo el don de la fe. Será, al mismo tiempo anfitrión y comensal invitado, al banquete del Señor Jesús que celebra la fiesta de la Salvación. De esta manera podrá suscitar y desplegar, en cada varón y mujer de su tiempo, el deseo y la apropiación de la Buena Noticia de Jesús.”(21) Estamos convocados a una catequesis del “insieme”(22), donde todos podemos recorrer itinerarios que nos lleven a la conversión, incluso después de la conversión primera. La Iglesia evangeliza y es evangelizada.


En el Congreso se señaló que la relación “Nueva Evangelización – Catequesis” nos lleva a realizar una nueva interpretación del proceso catequístico, en términos de Catequesis misionera. Ella es la Catequesis cuyos interlocutores son quienes han recibido el Primer Anuncio sin que éste calara hondo en sus vidas. Un anunció que no suscitó la fe, que no contribuyó a una primera conversión, que fue débil e ineficaz. Según se manifestó en el mismo Congreso, la Catequesis misionera es, también, aquella cuyos interlocutores están comprometidos con Cristo y con su Iglesia. Un anuncio en clave misionera contribuye a que nos percatemos una y otra vez de la novedad del Evangelio, de su vigencia y de su renovada propuesta ante distintas situaciones vitales a lo largo de nuestra existencia. Se trata de un don que no obliga, hace superar el acostumbramiento y ayuda a crecer en la fe, desde la interioridad más profunda de la persona, que da y reitera una y otra vez su “sí” a Dios.


“El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado.”(23)


En sintonía con todo esto, señalamos dos perspectivas complementarias en la formación de catequistas en la Nueva Evangelización: contribuir a promover identidades cristianas adultas y desarrollar una competencia específica al servicio de la comunicación de la fe. Esto implica, al mismo tiempo, la formación en la fe adulta del catequista y la formación para la comunicación de la fe. Un catequista que crece en la fe adulta hace y renueva permanentemente la opción por el Señor Jesús, tiene un sentido de pertenencia responsable a la Iglesia y puede captar el significado de la fe para los problemas del hombre y de la sociedad.


La competencia comunicativa, por su parte, abarca la capacidad de acceso correcto a las fuentes de la Catequesis con una asimilación personal y progresiva de sus contenidos fundamentales; y la capacidad de integrar juntamente los distintos elementos (contenidos, situación de los destinatarios, contexto eclesial, instrumentos didácticos, lenguaje, interacción), con vistas a favorecer el camino de fe de los catequizandos. Para definir la perspectiva de la promoción de identidades cristianas adultas utilizamos esta expresión: “la Catequesis del catequista”. En una reflexión que escribimos en 2012, con ocasión del día del catequista, decíamos al respecto: “Para ser entrañablemente él mismo, el catequista necesita hacerse destinatario de la Catequesis. Destinatario de itinerarios formativos diseñados para él, en los cuales la educación en la fe sea intencional y sistemáticamente favorecida. En el integral entramado de dimensiones diversas asumidas por la formación de los catequistas, tendrá un lugar privilegiado la educación de la fe, que ha de ser sostenida, fortalecida, animada, informada y testimoniada a lo largo de toda la vida.”(24)


“Una formación del catequista sólo funcional o didáctica no tiene sentido, es estéril estrategia. Al mismo tiempo, la sola maduración de fe del catequista, sin hacerlo capaz de su tarea específica, es decir, la dinámica comunicativa como espacio del nacer, crecer y llegar a la madurez de la fe, deja desguarnecido el aspecto principal de su ministerio y puede quedarse en una formación espiritual ineficaz.”(25)

En el Documento de Aparecida logramos vislumbrar estas dos perspectivas a través de la unidad interna de la dinámica discípulo misionero, que atraviesa todo el documento. El discípulo se hace misionero porque él mismo ha encarnado en su vida los valores del Maestro y su vida digna, plena y feliz en Cristo atrae a otros que encuentran en Jesús el sentido de sus vidas.


El discípulo, a medida que conoce y ama a su Señor, experimenta la necesidad de compartir con otros su alegría de ser enviado, de ir al mundo a anunciar a Jesucristo, muerto y resucitado, a hacer realidad el amor y el servicio en la persona de los más necesitados, en una palabra, a construir el Reino de Dios. La misión es inseparable del discipulado, por lo cual no debe entenderse como una etapa posterior a la formación, aunque se la realice de diversas maneras de acuerdo a la propia vocación y al momento de la maduración humana y cristiana en que se encuentre la persona.”(26)

Otras dos perspectivas complementarias(27) pueden contribuir hoy a la configuración de itinerarios para la formación de catequistas en la Nueva Evangelización: la propuesta de la fe (el catequista evangelizador que propone la siempre atrayente novedad del Evangelio) y el cuidado de la fe (el catequista pedagogo que enseña y acompaña en el camino de crecimiento y profundización de la fe). En palabras de Aparecida, podríamos expresar esto mismo diciendo “el encuentro con Cristo” y “el discipulado”(28). En la mayoría de nuestras comunidades la Catequesis está pensada y organizada en el horizonte del “cuidado de la fe”. Muchos interlocutores del Mensaje no han tenido todavía el encuentro con Cristo que transforma su vida y, paradójicamente, los procesos catequísticos que se les propone buscan cuidar una fe inexistente, abandonada u olvidada. Estos interlocutores, en reiteradas ocasiones, se han acostumbrado a vivir sin fe pero, al mismo tiempo y casi sin saberlo, están en una inquieta y persistente búsqueda religiosa.


En la mayoría de los casos, la formación de los catequistas se ha concentrado en su capacidad de educar en la fe a personas ya creyentes, pensada y organizada según la lógica de la educación de una fe ya presente. Aquí está el desfasaje profundo entre la realidad y una formación catequística eficaz. Es éste el motivo fundamental de las dificultades de muchos catequistas y de su sensación de incapacidad. Muchas personas siguen pidiendo los sacramentos y manifiestan una parcial pertenencia a la comunidad eclesial y, a la vez, su vida está orientada según criterios muy secularizados. Nuestros interlocutores reclaman dos atenciones: el segundo primer anuncio(29), como propuesta que suscita reiteradamente la fe y la profundización de la fe en un camino de discipulado. Teniendo esto en cuenta, creemos que la formación de los catequistas no debe ser pensada como un paso absoluto y excluyente del catequista pedagogo de la fe al catequista evangelizador, sino que las dos dimensiones deben complementarse en la formación.


Pbro. José Luis Quijano





(1) Patricia López, Mónica Bearzot de Torino, Mónica Gomez , Cristina Cavoti, Hna. Norma Beatriz Andrada, Santiago Álvarez, P.Gabriel Marronetti, P. Eugenio Uda, Laura Martínez, María Ayelen Díaz Lapergola, Cristina Pieroni de Gigena, Graciela Pagliaricci de Holmberg y Evangelina Casero. (2) Cfr. Quijano, José Luis, “Misionar el tiempo y la cultura” en “Iglesia misionera hoy”, Buenos Aires, 2008. (3) Cfr. “Orientaciones y destinatarios del Congreso Internacional de Catequesis”, Roma, 2013, http://www.isca.org.ar/congreso/destinatarios.php (4) Cfr. Quijano, José Luis, “Una mirada latinoamericana en un encuentro europeo”, ISCA, Buenos Aires, 2008. (5) Como trasfondo y guía, nos acompañó, a lo largo del Año de la Fe, la Palabra de la Iglesia a través del Magisterio de Benedicto XVI y de Francisco. La Carta Apostólica Porta fidei nos invitó a “redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo” (Cfr. Benedicto XVI, Porta fidei Nº 2, 11 de octubre de 2011) y la Encíclica Lumen fidei nos convocó a vivir disponibles a esa gracia que viene de Dios. “La característica propia de la luz de la fe es la capacidad de iluminar toda la existencia del hombre. Porque una luz tan potente no puede provenir de nosotros mismos; ha de venir de una fuente más primordial, tiene que venir, en definitiva, de Dios” (Cfr. Francisco, Lumen fidei Nº 4, 29 de junio de 2013).

(6) S.E.R. Mons. Rino Fisichella, Artículo para la promulgación de Fides per doctrinam de Benedicto XVI, 16 de enero de 2013. Se han transferido al Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización las competencias que, en materia de Catequesis, la Constitución Apostólica Pastor bonus, del 28 de junio de 1988, había encomendado a la Congregación para el Clero. Según el artículo 2 de Fides per doctrinam se transfirió, también, al Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización el Consejo Internacional para la Catequesis, creado por Pablo VI el 7 de junio de 1973. De tal Consejo asume la presidencia el presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización.

(7) Cfr. Mons. Rino Fisichella, “Preludio”, Congreso Internacional de Catequesis, 26 de septiembre de 2013.

(8) Los encomillados correspondientes a las relaciones del Dr. Petroc Willey, del Rvdo. Manuel José Jiménez Rodríguez, del Prof. Mons. Pierangelo Sequeri y del P. Robert Dodaro fueron publicados en el Face – book de la Junta Catequística de la Arquidiócesis de Buenos Aires. También han sido publicadas las síntesis de las comunicaciones del Rvdo. Krzysztof Kaucha, del Dr. Jem Sullivan, del Rvdo. Alberto Franzini y del Prof. Joël Molinario y la última relación del Congreso, a cargo de Mons. Javier Salinas Viñals (Miembro del Consejo Internacional para la Catequesis). https://www.dropbox.com/s/zxyl2iihpn8qo4s/Congreso%20Internacional%20de%20Catequesis%20-%20Resumen.pdf. La síntesis de todas las relaciones y comunicaciones pueden encontrarse, a continuación del “Preludio” de Mons. Fischella, en el sitio del ISCA. http://www.isca.org.ar/congreso/expositores.php

(10) Cfr. PF 4. (11) Cfr. La homilía pronunciada por el Card. Mauro Piacenza durante el XII Congreso Europeo de Catequesis, 8 de mayo de 2012. (12) Cfr. Conclusiones del Congreso Internacional de Catequesis 2013. (13) Cfr. Orientaciones previas al Congreso Internacional de Catequesis 2013. (14) Cfr. Conclusiones del Congreso Internacional de Catequesis 2013. http://www.isca.org.ar/congreso/frutos-congreso.php (15) Por ejemplo, Juan Martín Velasco en “La transmisión de la fe en la sociedad contemporánea”. (16) Conclusiones del Ingreso Internacional de Catequesis Nº 1. (17) Cfr. Sínodo de los Obispos, XIII Asamblea General Ordinaria, “La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana”, Lineamenta, Roma, 2011 (18) Cfr. Mons. Octavio Ruiz Arenas, “La importancia de la formación permanente para los nuevos evangelizadores” en las 48º Jornadas de Cuestiones Pastorales “Confesar la fe es un reto”, 2012. (19) Cfr. Mons. Rino Fisichella, “Preludio” en el Congreso Internacional de Catequesis, Roma, 2013.

(20) Cfr. Conclusiones del Congreso Internacional de Catequesis 2013.

(21) Cfr. el Documento de Apertura de las IV Jornadas Nacionales de Catequética, ISCA, 2008. (22) Esta expresión que significa “todos juntos” ha sido empleada en el número 81 del texto del I SENAC. (23) Cfr. EG Nº 2. (24) Cfr. Quijano, José Luis en http://www.isca.org.ar/images/mail/carta-catequistas/index.htm (25) Así se expresaba el Hno. Enzo Biemmi en la Asociación Española de Catequetas (AECA), diciembre de 2011.

(26) Cfr. D.A. Nº 278. (27) A partir de la presentación del Hno. Enzo Biemmi en la AECA en 2011, estas perspectivas fueron resignificadas para un contexto latinoamericano, por el Padre Quijano en el Encuentro de Comisiones Episcopales de Catequesis del Cono Sur, organizado por el Departamento de Misión y Espiritualidad del CELAM y realizado en Buenos Aires en 2013. (28) Cfr. DA. Nº 278 (29) Biemmi, Enzo, “Il secondo annuncio. La grazia di ricominciare”, Bologna, EDB, Bologna, 2011.

Comments


  • White Facebook Icon
  • White Instagram Icon

© 2020 by Fla.

Proudly created with Wix.com

Thanks for submitting!

Branding_Peregrinando_ConDecirAmen.png
bottom of page