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DESPEDIDA DE UN DIRECTOR DIOCESANO DE CATEQUESIS

  • Foto del escritor: peregrinandoamc
    peregrinandoamc
  • 3 may 2021
  • 9 Min. de lectura

Todos ustedes conocen la biografía de Santa Rosa de Lima, una mujer que hizo de la renuncia y de la ofrenda una opción de vida. Su historia está llena de narraciones y de testimonios que dan cuenta de esto.


Entre todos ellos, hay una anécdota que cuenta que, en cierta ocasión, la joven Rosa se ató un ajustado y molesto cinturón y, para no quitárselo nunca, tiró la llave del candado al profundo pozo del aljibe de su casa. Este sacrificio lo ofrecía por todos los pecadores, para que volvieran a Dios.


1. Una renuncia en la búsqueda de un bien superior.


Cuando sus guías espirituales conocieron el hecho, le pidieron a Rosa que se quitara el cinturón que la lastimaba gravemente y ella les confesó que no podía hacerlo porque había arrojado la llave. Cuenta la historia que, por obediencia, se acercó al pozo y rezó implorando poder cumplir con lo que le habían mandado. Milagrosamente, el candado se abrió y la joven quedó liberada. La anécdota se transmitió rápidamente y, desde ese momento hasta nuestros días, son muchísimas las personas que acuden junto al pozo para pedir favores por intercesión de Santa Rosa.


(*)Yo mismo estuve junto a ese pozo el 30 de agosto de 2014, fiesta de Santa Rosa de Lima, y le entregué una “llave” muy atesorada por mí.


La clave de esta historia está en la ofrenda

y no en la petición de favores y deseos.


Hoy quiero entregarles a todos ustedes la “llave” de la Junta de Catequesis de San Isidro: a Hernán, nuestro nuevo Director Diocesano, y a todos los catequistas de esta querida Diócesis.


· No es una “llave” material que abre un candado. De hecho, en estos más de 30 años, hemos ido peregrinando a través de distintas sedes.

· Es una “llave” ofrendada en la búsqueda de un bien mayor.

· Es una “llave” que guarda y custodia muchos tesoros, unos valores forjados a lo largo de más de tres décadas a través de la entrega silenciosa de muchos catequistas.


La Junta Diocesana de Catequesis es, en sí misma, un valor y, a la vez, alberga muchos valores. Prefiero no nombrar a muchas personas, sólo a algunos pocos sacerdotes que fueron emblemáticos. Hubo también infinidad de laicos que, silenciosamente, supieron renunciar al protagonismo personal para ser parte de la comunitaria sinfonía de la catequesis diocesana.


2. Con la “llave” que hoy les entrego a todos ustedes les estoy entregando todos estos valores:


2.1. La fuerte impronta que tenía en los ’80 la Catequesis Familiar. Fue generadora de vocaciones catequísticas y bajo su impulso y su ardor se consolidaron comunidades que crecieron a la sombra de los grupos de Catequesis Familiar. Los laicos, mujeres y varones, encontraron en ella un ámbito propio para desarrollar su identidad evangelizadora. Parafraseando a Puebla, podríamos decir que la CAFA fue una verdadera acción eclesial en el corazón de la familia y una verdadera acción familiar en el corazón de la Iglesia, una expresión eficaz y oportuna de creatividad catequístico - eclesial.


Cuando Mons. Casaretto me confió la catequesis de San Isidro en 1987, yo tenía solamente 30 años, no sabía mucho, me gustaba la catequesis, quería contribuir a la transmisión de la fe y rápidamente entendí que tenía que acercarme y aprender del Padre Pedro Oeyen, verdadera alma mater de todo este movimiento en nuestra Diócesis. Me recibió con su habitual capacidad de escucha y tuvo el pertinente criterio de hacerme conocer a un grupo de sabias mujeres, catequistas con mayúsculas, muchas de las cuales integraban el equipo con el que ideó y compuso sus manuales de catequesis.


2.2. La generosa sabiduría delPadre Frans De Vos, padre de la renovación catequística en la Argentina. Todavía recuerdo sus profundos y largos silencios en los Encuentros Nacionales de Directores Diocesanos de Catequesis. Eran silencios cargados de pensamiento. Cada vez que alguien hacía un aporte, lo hacía después de una honda reflexión. Yo era un joven y dinámico Director, que buscaba aprender, crecer y servir. Del P. Frans aprendí, sobre todo, que hay que pensar la catequesis. Tuve la gracia de trabajar junto a él durante el II Congreso Nacional de Catequesis de 1987 y de escucharlo en aquellas maravillosas clases que daba en la Casa de la Catequesis en Lomas de Zamora. Yo estaba empeñado en aprender, absorber, asimilar y él se entregaba con la magnanimidad de los grandes.


3. La formación como valor


Ese empeño por aprender no fue un mero rasgo personal. Durante muchas de las etapas de los 30 años de Junta fue un valor comunitario, que se vivió no sólo en la Junta sino en todo el movimiento catequístico. Muchos padres terminaban la Catequesis Familiar, se incorporaban a los equipos de catequistas y buscaban seguir formándose en los diversos centros de formación de la Diócesis. Los Encuentros Diocesanos de Catequistas (ENDICAs) eran espacios de animación, intercambio y, sobre todo, de formación. Tuvimos la posibilidad de organizar varios Encuentros de Profesores de los Centros de Formación; tres Cursos de Agentes Multiplicadores, como preparación al Jubileo del año 2000, y tres Jornadas Diocesanas de Catequética, con la participación de catequistas de todas las diócesis del país: en 1998 nos visitó Emilio Alberich de la Pontificia Universidad Salesiana de Roma; en 1999, Francisco Merlos Arroyo de la Pontificia Universidad Católica de Méjico y en 2008, Álvaro Ginel, Director de la Revista Catequistas y actual Presidente de la Asociación Española de Catequetas.


· La sinergia formación – comunión


A través de esta sinergia se fue amalgamando la organización de la catequesis diocesana.

A través de los decanatos, que llegaron a alcanzar gran protagonismo, no sólo circulaba la información de la Junta, sino sobre todo los valores y la identidad misma de la catequesis diocesana. Ellos eran canales vitales de comunicación que buscaban la comunión, una verdadera expresión de unidad en la diversidad. Cada uno con su estilo y con sus acentuaciones fueron amalgamando acciones e hicieron de nexos significativos en la promoción de la formación. En el mejor momento de esta sinergia tuvimos 14 centros de formación de catequistas.


Los decanatos favorecieron las Misas del Niño que presidía Mons. Casaretto, con la participación de más de 7000 chicos de las escuelas de gestión oficial y privada de toda la Diócesis. Esta sinergia fue también favorecedora de la realización del II Congreso Diocesano de Catequistas, que se realizó en 2001 con la participación de 10000 catequistas. El Padre Emilio Alberich, que viajó especialmente desde Roma, fue el expositor principal del Congreso que, en sus conclusiones finales y a partir de la tríada “catequesis – catequista – catecismo”, priorizó la persona del catequista y su formación.


4. Una pausa en el camino hacia nuevos valores


En 2001 la Comisión Episcopal de Catequesis me nombró Rector del Instituto Superior de Catequesis Argentino (ISCA), servicio que desarrollé hasta febrero de 2015. En 2002 Mons. Casaretto nombró Director Diocesano de Catequesis al Padre Carlos Avellaneda, quien fue sucedido por el Padre Rodolfo Capalozza. En 2011 Mons. Casaretto y Mons. Ojea me convocaron nuevamente para colaborar como Director Diocesano. De modo que esta pausa en el camino de la catequesis de San Isidro se extendió desde 2002 hasta 2010.


Una pausa de 9 años en el actual y largo cambio de época es mucho tiempo. Con un pequeño grupo de decanas vivimos juntos una etapa de transición, seguimos organizando anualmente los encuentros de catequistas y participamos en el III Congreso Nacional de 2012. Poco a poco, fuimos desentramando la organización que habíamos configurado durante tantos años. Se nos presentaron nuevos desafíos, nuevas situaciones, nuevos escenarios.


Yo no era el mismo de 2001, había crecido. Había tenido la gracia de muchas experiencias fecundas en el ámbito internacional. La catequesis de la Diócesis no era la misma.


Los tiempos eclesiales tampoco lo eran, sobre todo a partir del Magisterio de Francisco que, desde el inicio, nos convocaba a una iglesia pobre para los pobres y a una conversión misionera, opciones de las cuales también se hacía eco nuestro Obispo, Mons. Ojea, con ocasión de la preparación y realización de la Asamblea Diocesana de 2018.


5. Misión a los catequistas: “Cristo llama a tu puerta”


Salimos en misión con la Palabra de Dios en la mano. No fue una visita de control ni de relevamiento. No buscábamos hacer diagnósticos ni aconsejar soluciones mágicas, ante la certeza de una evidente y generalizada crisis en la transmisión de la fe. Nos propusimos, simplemente, hacer un “segundo primer anuncio” a los referentes de la catequesis, que nos abrieron las puertas de su corazón y de sus parroquias.


En este tiempo en el que los fuertes vientos del cambio de época parecen arreciarlo todo, estos catequistas saben equilibrar la tensión de la búsqueda con la quietud de lo esencial y permanente. Han recorrido las últimas décadas arraigados en convicciones profundas.


La Palabra de Dios resuena en la hondura de sus conciencias y allí escuchan, también, la voz significativa de algunos catequetas que, alguna vez, les dejaron sus enseñanzas y sus reflexiones.


Así, poco a poco, dejamos la transición para conformar una nueva Junta. En el comienzo eran sólo 8 referentes quienes ofrecieron su servicio. Un poco en broma y un poco en serio, yo los llamaba el “G8”. En cada uno de los pasos que fuimos dando se sumaron nuevos colaboradores y se constituyó la nueva Junta de Catequesis de San Isidro.


6. Los nuevos valores en una asamblea permanente


Conformamos una Junta numerosa. Desbordamos el concepto corriente de “junta” que está más asociado a un pequeño grupo de representantes y/o de expertos que se reúnen para decidir sobre cuestiones que atañen a muchos otros. Se seguiría así la lógica de las llamadas “mesas chicas” en las que priman las categorías y los cargos.


En la asamblea, en cambio, todos tienen voz y, a la vez, traen la voz de muchos otros, porque han querido ponerse a su servicio para escucharlos e interpretarlos fraternalmente.



Esta nueva Junta como asamblea permanente buscó afianzarse sobre estos nuevos valores:


a. La conversión misionera

La llamada a la conversión implica un cambio de mentalidad y de corazón. El mandato contenido en el mensaje de Jesús: “Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1,15) es una llamada a la conversión. La conversión misionera nos convoca no sólo a la búsqueda de los que viven lejos, en las lejanas tierras que solemos llamar “tierras de misión”. Se trata de llegar, en realidad, a las periferias existenciales de nuestros hermanos. El destinatario de la misión está lejos y también está cerca: en nosotros mismos, en nuestras familias, en nuestras comunidades y en nuestros ambientes.


b. La sinodalidad

A lo largo de su pontificado el Papa Francisco se refirió en muchas ocasiones a la sinodalidad. Hace aproximadamente dos años[1] les dijo a los obispos italianos: “la sinodalidad eclesial nos exige a todos los miembros del Pueblo de Dios, sacerdotes, religiosos y cristianos laicos, caminar juntos y reunirnos en asamblea como hijos de un mismo Padre para pedir su ayuda, para reflexionar en comunión con los hermanos sobre los proyectos pastorales, que el Señor nos invita a asumir ante la realidad de increencia y de indiferencia religiosa, que detectamos en muchos bautizados.”


c. Discernimiento

El discernimiento comunitario y pastoral tiene que ver más con la búsqueda de aquello que agrada a Dios que con una opinión mayoritaria. Por eso, lo que cada hermano ve y propone no es una opinión más, sino una propuesta desde la experiencia de Dios y desde las urgencias del Reino. El Espíritu Santo es capaz de unir las mentes y los corazones en una respuesta común[2].


d. La dimensión social de la catequesis

En esta nueva etapa nos preguntamos ¿cómo es la catequesis en una Iglesia pobre para los pobres? El nuevo Directorio para la Catequesis, que hemos estudiado y comparado con los anteriores de 1971 y de 1997 y el documento del CELAM “La alegría de iniciar discípulos misioneros en el cambio de época” han acompañado nuestro discernimiento acerca de esta dimensión, que nos lleva a afirmar que la caridad precede a la catequesis, no sólo linealmente como anterior al anuncio, sino también en la concepción de catequesis.


“La catequesis participa del reto eclesial de oponerse a procesos centrados en la injusticia, en la exclusión de los pobres, en la primacía del dinero; trata, al contrario, de ser un signo profético de promoción y plenitud de vida para todos”.[3]


“La iniciación a la vida cristiana implica la iniciación al descubrimiento de Dios presente en los pobres, en las periferias humanas y urbanas y en los nuevos ámbitos socioculturales. La comunidad acompaña al catequizando en el ejercicio de las virtudes evangélicas, sociales y políticas…”[4]


e. La catequesis al servicio de la iniciación a la vida cristiana


La IVC, a cuyo servicio se pone la catequesis, es “el proceso por el cual una persona es introducida en el misterio de Jesucristo y en la vida de la Iglesia, a través de la Palabra de Dios y de la mediación sacramental y litúrgica, que va acompañando el cambio de actitudes fundamentales de ser y de existir con los demás y con el mundo, en una nueva identidad como persona cristiana que testimonia el Evangelio inserta en una comunidad eclesial viva y testimonial.”[5]


7. Ésta es la llave que arrojo al pozo de Santa Rosa


Abre a un horizonte amplísimo de posibilidades que todavía no hemos alcanzado. Es una “llave” que invita a seguir volando. Ésta es la “llave” a la que renuncio. Yo voy a seguir volando otros vuelos, en la fidelidad al servicio eclesial. No vivo esta entrega como una pérdida, sino como una ofrenda por un bien mayor: el bien de la catequesis y el bien de los catequistas, para que todos vayan apoyándose mutuamente y apoyando a Hernán en el apasionante vuelo de la catequesis.




Pbro. José Luis (Cote) Quijano

San Isidro, 18 de marzo de 2021

Vísperas de la Solemnidad de San José en su año jubilar.

[1] 20 de mayo de 2019 [2] Documento del I SENAC, ISCA, 2011, N° 21 [3] Cfr. DC 319. [4] Cfr. AIDM Nº 72 en relación con la Opción Pastoral Nº 2 de la Asamblea Diocesana de 2018: Una Iglesia diocesana en renovada opción por los pobres. [5] Cfr. AIDM Nº 43.

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